Dôge Zenji, en la última parte de su manual de zazen, el Fukan Zazengi, que fue escrito por él nada más volver de China donde había ido a beber directamente de las fuentes del zen, dice:
«Por favor, respetables seguidores del zen, no receléis del verdadero dragón. Dedicad vuestra energía a un Camino que lleve directo.»
Con esto, hace referencia a una antigua historia sobre un hombre que sentía una pasión tal por los dragones, que tenía su casa llena de pinturas, grabados y todo tipo de reproducciones de ellos.
Cierto día, enterado del caso, un dragón de verdad bajó del cielo para conocerle.
El dragón asomó su cabeza por una de las ventanas de la casa del hombre aquel, pensando darle con ello una gran alegría. Pero sucedió todo lo contrario pues el hombre, al verle, en vez de alegrarse se quedó aterrado.
Cuando Dôgen exhorta, y no solo a sus coétaneos japoneses sino también a aquellos que hoy en día se asoman al zen, a no recelar del verdadero dragón, lo que quiere decir es que no hay que quedarse en meras imágenes del dragón como, por ejemplo, libros, dibujos, conferencias o grabados.
Después de haber conocido la práctica del zen en China, Dôgen se dio cuenta de que la verdadera enseñanza no había sido transmitida a Japón, y de que la gente se había aficionado a las imágenes de dragones, es decir, al conocimiento exclusivamente teórico, pero sin haber tenido nunca una experiencia del dragón vivo.