Durante siglos la ciencia y la cultura occidentales nos han enseñado a pensar en nosotros mismos como individuos. Hoy, en los laboratorios de algunos psicólogos, biólogos y físicos de vanguardia, está surgiendo una nueva comprensión: lo que importa no es la entidad aislada, sino el espacio y la relación existente entre las cosas: el vínculo. Al nivel más elemental, todos estamos inevitablemente conectados, desde las células a las sociedades. El deseo de ayudar a los demás es tan necesario que al satisfacerlo experimentamos uno de los mayores placeres, tan gratificante como la comida o el sexo.