En Bendita Pena, Coryell describe pena como una experiencia en la que carecemos un lugar donde colocar nuestro amor. Nos recuerda que toda pérdida debe pasar por un proceso de duelo y que prestar atención a toda experiencia de pérdida ayuda a ponernos en sintonía con nosotros mismos, dándonos la oportunidad de integrarnos una vez más al ritmo de la vida del que nos hemos desconectado.